"El reto es un desarrollo de actividades distintas a los Servicios Farmacéuticos que no desvirtúe la profesión"

María Echeveste vivió parte de su infancia en la botica de sus padres. De tradición farmacéutica, siempre tenía claro que quería dedicarse a la profesión. “Mis padres son los dos farmacéuticos, y puede decirse que crecí en una farmacia de ciudad con sección de análisis clínicos. Siempre me gustó cómo los vecinos confiaban en los trabajadores de la farmacia, y los admiraba por hacerse dignos de esa confianza”.

En sus 10 años como farmacéutica comunitaria ha visto cambiar el modelo de farmacia de manera sustancial. No obstante, considera que ha evolucionado en dos sentidos. “Por un lado, hay farmacéuticos que apuestan por el desarrollo de una farmacia más asistencial y  en este sentido buscan optimizar la calidad asistencial con formación continuada en farmacología y guías clínicas y apuntan al desarrollo de servicios profesionales. Por otro lado, están aquellos que buscan maximizar su actividad comercial, potenciando las áreas de parafarmacia e incorporado técnicas de venta”. Eso sí, todos ellos pretenden alcanzar el mismo objetivo: “adaptarse a las necesidades y a los retos que nos plantea el futuro”.

María considera que se pueden desarrollar otras actividades complementarias al medicamento que suponen un ingreso extra y proporcionan mayor rentabilidad a la farmacia al tiempo que ayudan a cubrir las necesidades del paciente, pero “no debemos perder la vista el medicamento, porque es lo que realmente le da sentido a la farmacia. Los farmacéuticos se forman en la universidad para dar respuesta a las necesidades de la población en relación al uso de medicamentos tanto de prescripción como de mostrador, erigiéndose como el profesional experto en el medicamento. La adquisición, custodia y dispensación de medicamentos sienta las bases de nuestra profesión, que hoy se desarrolla a través de los servicios profesionales”.

Según la farmacéutica guipuzcoana, el reto está en “encontrar el equilibrio para que el desarrollo de actividades distintas a los servicios puramente farmacéuticos no desvirtúe la profesión, no la aleje de su fuero”. Al mismo tiempo defiende que todo servicio prestado debe ser remunerado, porque implica formación previa, herramientas de trabajo y honorarios del trabajador.

Para asegurar la sostenibilidad de la farmacia a largo plazo será necesario que sea capaz de adaptarse a las nuevas necesidades del usuario. “Sólo así nos convertiremos en un elemento imprescindible. Pero antes debemos evolucionar dando respuestas a las nuevas demandas del paciente, y especializándonos cada vez más en lo que sólo nosotros sabemos hacer como expertos en el medicamento”.

En cuanto a las consecuencias de la política de recortes, María se muestra un tanto escéptica. “La administración pública tiende a ver la farmacia en la columna del gasto, donde es relativamente fácil meter la tijera cuando hay que hacer cuadrar las cuentas. Nuestro reto está en mostrar la farmacia como inversión pública en bienestar social. Los recortes deberían ir dirigidos a minimizar los gastos innecesarios allí donde se encuentren”. Y continúa advirtiendo de los efectos negativos que producen los impagos. “Se trata de una medida que afecta con extrema dureza a la farmacia. Hay que pensar que la facturación a las Comunidades Autónomas representa entre el 70 y el 80% de la facturación de la farmacia. Así, el impago implica grandes problemas de liquidez que afectan en muchos casos a la adquisición de medicamentos, y a la continuidad asistencial”.

Para terminar, se despide con un mensaje esperanzador. “Está en nuestra manos consolidarnos como un profesional indispensable para la sociedad. La defensa del modelo de farmacia será uno de nuestros puntos clave”.