Inmaculada Arroyo (Melilla) nunca pensó dedicarse a la farmacia pese a la tradición familiar. "Cuando cursé la licenciatura no fue muy vocacional a pesar de que me había criado en una botica, fue más bien por consejo familiar. A medida que fui avanzando de curso me fue gustando cada vez más, ...
Inmaculada Arroyo (Melilla) nunca pensó dedicarse a la farmacia pese a la tradición familiar. "Cuando cursé la licenciatura no fue muy vocacional a pesar de que me había criado en una botica, fue más bien por consejo familiar. A medida que fui avanzando de curso me fue gustando cada vez más, y desde que terminé me siento encantada con mi profesión, y no me veo ejerciendo otra".
Su farmacia está ubicada en uno de los principales barrios de la ciudad, y a ella acude una clientela heterogénea. "Son gente que viene de paso, aunque también atendemos al cliente de toda la vida, con lo que resulta muy fácil y satisfactorio trabajar porque son personas que ves casi a diario, las conoces por sus nombres y entran en la farmacia aunque solo sea para saludarte".
Con 16 años de experiencia, esta joven melillense comparte la Farmacia Arroyo Melilla con su hermano y su padre. "La botica tiene más de 50 años, desde que la inaugurara mi padre en el año 1962 hemos visto cómo ha cambiado para adaptarse a las nuevas necesidades de salud de hoy en día, y para responder lo más adecuadamente posible a las exigencias del paciente; pero siempre sin perder de vista lo más importante: el consejo profesional, y la atención personalizada".
La evolución del modelo de farmacia ha facilitado la optimización de los recursos y la incorporación de los nuevos avances tanto a nivel sanitario como digital. "Aún recuerdo la forma de trabajar de mi padre, y hoy todo ha cambiado por completo. Se pasaba muchas horas en el laboratorio elaborando análisis y fórmulas o haciendo guardias que duraban una semana abriendo ininterrumpidamente las 24 horas, y esto nada tiene que ver con el modelo actual".
Para Inmaculada uno de los cambios más relevantes en los últimos años ha sido la incorporación de la receta electrónica. "Ha supuesto una mejora importante en la manera de trabajar y, aunque al principio supuso mucha incertidumbre por el desconocimiento, después de un tiempo creo que todo son ventajas tanto para el paciente como para el farmacéutico. Ventajas como la ausencia de errores en la dispensación, ahorro del tiempo que supone sellar, firmar recetas, revisar y un proceso de facturación más fácil y rápido".
En cuanto a la crisis y, a pesar de que en Melilla no se han tomado medidas drásticas como los impagos, el sector se ha visto resentido. "La crisis no se ha dejado notar tanto como en otras regiones, pero debemos estar atentos porque es un sector en continuo cambios a los cuales tenemos que adaptarnos y salir airosos". En relación a la bajada de precios, Inmaculada es tajante: "No pienso que la bajada de precios sea una garantía de que acuda más gente a la farmacia, por el contrario, creo que la sostenibilidad de este modelo y la fidelización de clientes pasa por una mayor oferta de servicios relacionados con la salud, y una correcta atención farmacéutica".
A pesar de que la botica sigue girando en torno al medicamento, cada vez son más los servicios profesionales que se prestan desde la farmacia. "Estos servicios son fundamentales porque representan el futuro de la oficina de farmacia. Soy partidaria de que se incorporen siempre y cuando estén relacionados tanto con el medicamento, (como los SPDs o la atención farmacéutica), como con otros campos como la dermocosmética o la nutrición", advierte nuestra entrevistada, y concluye: "Considero que son un valor añadido a cualquier dispensación y a la propia imagen de la farmacia y que deben estar remunerados porque, además de los costes que supone su implantación y mantenimiento, necesitan de la dedicación de un profesional especializado".
