La oficina de farmacia se ha convertido en un punto de venta habitual, y de referencia, de cosméticos para todo tipo de pieles, con un aspecto que la diferencia de cualquier otro establecimiento: el valor añadido de los productos que se venden en la farmacia por su alta capacidad bioquímica, que actúa directamente sobre el tejido ...
La oficina de farmacia se ha convertido en un punto de venta habitual, y de referencia, de cosméticos para todo tipo de pieles, con un aspecto que la diferencia de cualquier otro establecimiento: el valor añadido de los productos que se venden en la farmacia por su alta capacidad bioquímica, que actúa directamente sobre el tejido cutáneo, además de unas sustancias activas que van más allá de su simple función estética, y la garantía y la seguridad que da al paciente el consejo farmacéutico.
De un tiempo a esta parte, la demanda de este tipo de cosméticos ha sido tal, que el espacio destinado a productos de belleza se ha ido ampliando de forma significativa en más de una farmacia, especialmente a raíz de ampliaciones o reformas. Sobre todo para hacerle hueco a los productos antiedad, despigmentantes o unificadores del tono, ya que estos se han convertido en la alternativa para muchas mujeres que odian las agujas o evitan pasar por el quirófano, de la mano del asesoramiento profesional de farmacéutico.
Para los productos de dermocosmética, la relación calidad-precio y la efectividad son los principales criterios de compra por parte del consumidor. Asimismo, la tienda sigue siendo la principal fuente de información para la adquisición de este tipo de productos. Según estudios recientes, cerca del 70% de las decisiones de compra se toman en el punto de venta, y además de las características del producto el factor de decisión más importante dentro del establecimiento es la recomendación del farmacéutico.
Muchos de los productos de dermofarmacia que podemos encontrar destinados al cuidado facial poseen algunos de los principios activos más usados en el mundo de la cosmética, pero en mayor proporción y en niveles de concentración notablemente superiores con respecto a los cosméticos habituales, por lo que logran un efecto mucho más eficaz sobre la piel. Los más presentes en los productos de cuidado facial son los siguientes:
- Ácido hialurónico: Este componente se encuentra de forma natural en nuestra piel. Es una macromolécula que se caracteriza por su capacidad de retener el agua, ayudando a la hidratación y manteniendo el volumen y el relleno de la piel. Es por esa razón que el ácido hialurónico supuso toda una revolución en la cosmética, contribuyendo a crear cremas faciales hidratantes, antiarrugas, retensoras y protectores solares.
- Vitamina A (Retinol): acelera los procesos de renovación celular de la piel, consiguiendo disminuir la pigmentación y el daño solar, redefine la textura de la piel y reduce las cicatrices y líneas de expresión.
- Vitamina B: mejora la función de efecto barrera de la piel, y ayuda a reducir la pérdida de humedad, responsable del envejecimiento, la deshidratación y la formación de arrugas.
- Vitamina C: es un potente antioxidante capaz de estimular la producción de colágeno en la dermis, dando como resultado una piel firme. También ayuda a prevenir la aparición de manchas, ya que inhibe la formación de melanina. Esta sustancia incrementa sus beneficios mezclada con otros antioxidantes, como la vitamina E. Como se oxida fácilmente, es recomendable optar por pequeños envases y que limiten su contacto con el aire, como por ejemplo los sérums.
- Ácidos Glicólico, Láctico y Salicílicos: ejercen como exfoliantes que afinan y descongestionan la piel.
- Antioxidantes: fortalecen la piel, combaten el daño producido por los radicales libres y ralentiza los signos del envejecimiento.
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