"Los retos del futuro provienen de la administración, la adaptación a las nuevas tecnologías y el perfeccionamiento de la atención farmacéutica"

Farmacéutico de vocación, Juan Roces confiesa que desde niño sentía la necesidad de ayudar a los pacientes. Lo hacía mientras revoloteaba por la antigua botica de su madre. La oficina, de herencia familiar, conservaba el olor a antiguo en una mezcla de fármacos que han sido  testigos de una larga tradición de farmacéuticos. Lleva 20 años detrás del mostrador y su mayor satisfacción es ver resuelto un problema de salud y comprobar cómo los clientes mejoran su calidad de vida gracias a la atención farmacéutica.

“Me gusta sentirme útil, es lo mejor de nuestra profesión. Como regento una farmacia rural ubicada en un pequeño pueblo de Asturias, la relación con los pacientes es muy estrecha, esto hace que experimentes como propias sus satisfacciones”. El municipio se llama Sotrondio y está habitado por una población envejecida. No es de extrañar que el cliente prototipo se  corresponda con una persona mayor de 65 años, polimedicado y con un nivel adquisitivo medio.

La farmacia rural, apunta Juan, cuenta con la ventaja de que dispone de una clientela que permanece fiel a la oficina de barrio de siempre, además existe una intercomunicación directa entre el farmacéutico, el médico y el paciente. A diferencia de esto, la oficina urbana propone al profesional múltiples oportunidades de formación y el usuario es más heterogéneo.

Estos cambios también afectan a la concepción del modelo de farmacia en general, que ha visto cómo en los últimos años ha experimentado grandes transformaciones. “Hemos tenido que realizar un esfuerzo por adaptarnos a los nuevos tiempos, ya que los retos de la farmacia del futuro provienen tanto de la administración con medidas como el copago, la adaptación a las nuevas tecnologías con avances como la introducción de la receta electrónica, etc., como de un mayor perfeccionamiento de la atención farmacéutica”. Para que el resultado sea un éxito es fundamental, según Juan, que exista una personalización de la asistencia farmacéutica, y un programa de formación continua de los profesionales.  

Otra de las prioridades que afecta al farmacéutico actual es la supremacía del medicamento. “El fármaco tiene que servir de base para nuestra labor y eso lo tenemos que tener siempre presente porque es uno de los grandes desafíos de nuestra época. No obstante, el desarrollo de servicios profesionales remunerados representa una oportunidad para alcanzar la excelencia ya que logran la mejora de la salud de nuestros pacientes”.

Pero, para que el sistema sea sostenible, es necesario equilibrar las medidas tomadas desde la administración que en muchos casos han provocado la desestabilización de las cuentas. “En Asturias, por ejemplo, la aplicación del copago supuso casi un 30% de caída en la facturación; es una cifra bastante elevada si a ello le sumamos que apenas hemos tenido margen para recuperarnos debido a la continua bajada del precio de los medicamentos. Pero también es cierto que la administración local ha realizado esfuerzos en el pago a los proveedores y esto nos permite ser una de las pocas comunidades autónomas que no cuenta con problemas de impagos”.

Juan admite que los recortes eran necesarios, pero quizá la forma como se han aplicado no haya sido la más efectiva ya que considera que se podrían haber diversificado de manera más equitativa por las distintas áreas sanitarias, como por ejemplo la gestión del gasto hospitalario. Por último recuerda la necesidad de establecer una vía constante con la formación del farmacéutico puesto que sólo “así seremos competitivos”, insiste en la mejora de los canales de comunicación con el ciudadano, ya que “nos permiten llegar de forma efectiva al paciente”, y confía en un futuro optimista y lleno de posibilidades. (…)

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