El Covid-19 y la Farmacia Comunitaria: ser o no ser un establecimiento sanitario...

Artículo de opinión de Yolanda Tellaeche Bacigalupe, Farmacéutica Comunitaria.

01/06/2020

El gran dilema existencial agita y enfurece a la farmacia, después de 37 años como Farmacéutica Comunitaria son muchas y variadas las formas y los motivos en los que he vivido este debate, siempre el mismo lodo que asciende del fondo. Los farmacéuticos nos vemos como sanitarios y la sociedad ...

El gran dilema existencial agita y enfurece a la farmacia, después de 37 años como Farmacéutica Comunitaria son muchas y variadas las formas y los motivos en los que he vivido este debate, siempre el mismo lodo que asciende del fondo. Los farmacéuticos nos vemos como sanitarios y la sociedad en su conjunto, los medios de comunicación, gobiernos de todos los colores, no tienen claro que somos o no están "seguros" en sus políticas, nunca están seguros de cómo avanzar en la integración de la Farmacia Comunitaria como un recurso sanitario básico, nunca están seguros de su "ser un establecimiento sanitario", desde la distancia de no estar en activo y desde el sentimiento de ser "Farmacéutica Comunitaria siempre", aunque ya no me ponga la bata todos los días, yo veo algunos puntos a resolver que son lastre para la profesión y también veo luz impuesta por el estado de alarma sanitaria, entre tanto dolor para muchos, entre ellos compañeros farmacéuticos fallecidos, que espero ilumine a quienes tienen el poder de decidir y cambiar el rumbo, construir una nueva realidad por todos y para todos, es posible si se esta dispuesto a ver nuevas opciones.

Pero vayamos por orden, la farmacia es un establecimiento sanitario privado de interés público, en su definición ES UN ESTABLECIMIENTO SANITARIO, el ser privado y por tanto sujeto a unas necesidades de rentabilidad mínimas, según la inversión y mantenimiento digno de su estructura, es empresa y esto puede estar reñido con lo sanitario para algunos, (aunque un número importante de farmacias no cumplan estos requisitos), la asociación sanidad y lo público parece aportar un valor de pureza y de esencia inalcanzable para quienes no comparten esta premisa., ¿entelequias del pasado? ¿y porque persisten?

Una reflexión que no analiza lo propio y solo argumenta sobre lo ajeno, siempre es estéril, existen diversas situaciones internas como profesión que nos debilitan, solo me voy a referir a algunas que considero relevantes:

Creo no equivocarme si afirmo que la salida profesional de la farmacia es la única que no requiere de estudios posgrado, oposiciones, especialización..., esto no es bueno y tampoco lo es que no haya una exigencia de actualización de conocimientos, no es bueno para nadie, tampoco para los pacientes, esperemos que la recertificación competencial sirva para poner orden en esta situación. Ser un establecimiento sanitario tiene sus servidumbres y una imprescindible es la actualización continua de conocimientos.

Ser un establecimiento sanitario, implica una imagen más allá de la cruz verde, un espacio que invite a la consulta de salud, unos profesionales preparados, motivados, con sueldos dignos, que diferencien lo esencial de lo complementario, el medicamento del complemento de salud, los cuidados generales de los personalizados. La evolución de la estética de las reformas no cuida la esencia del farmacéutico, no cuida el espacio como establecimiento sanitario, potencia el cuidado del bienestar y esto no es exclusivo de la farmacia y no es su esencia, es una ramificación, y hay que cuidar el tronco que le da vida.

Ser un establecimiento sanitario cuya actividad se establece a través de conciertos con las administraciones sanitarias de cada CCAA, renovados cada cuatro años, debería permitir aspirar no solo a unas clausulas sobre las condiciones de pago y facturación optimas, debería aspirar a que las cláusulas de desarrollo profesional avancen y se implanten, desarrollos concretos, análisis e informes cada cuatro años de lo conseguido como profesión, debería ser...

Ser un establecimiento sanitario que aporta valor a los pacientes, al sistema sanitario, tiene que basarse en registros de sus actuaciones, en registros de sus intervenciones, de su seguimiento de la adherencia a los tratamientos, esto hoy la tecnología lo pone fácil, solo hay que dedicar el tiempo inicial para abrir la ficha de paciente y luego tan solo hacer las dispensaciones sobre ella, sin esto, el valor es un intangible con poca defensa hoy.

Podría seguir, pero prefiero centrarme en la opción de NO SER, en estos días de alarma sanitaria estamos viviendo esta opción de forma cruel, servicio básico si, por ser el acceso al medicamento, pero igual de esencial que el pan..., durante todo este tiempo la farmacia y su actividad, el riesgo de sus profesionales ha sido absolutamente ignorado, poco a poco la reflexión ha llegado a algunos medios, muy poco a poco, en un goteo triste. Esto es ser solo un proveedor, de medicamentos sí, pero solo un proveedor, el valor de la información, el asesoramiento, el consejo en todo el estado de alarma, la continuidad de los tratamientos de crónicos, resolver su incertidumbre y miedos ante la Pandemia, inexistentes en valor social, por supuesto con todo el valor individual, pero que se convierte en humo cuando asciende a una imagen social de la profesión. Esto es NO SER un agente de salud ni un establecimiento sanitario, por mucho que este en la propia definición de Farmacia, de definiciones esta lleno el diccionario y muchas nadie conoce.

La luz que ha impuesto el estado de alarma debe mantenerse en el tiempo, porque los mayores frágiles que ahora tienen a su farmacéutico al teléfono, y en el domicilio cuando es necesario, van a seguir necesitándolo, los pacientes con prescripciones de medicamentos de dispensación hospitalaria, indebida porque no responden a una necesidad asistencial, sino a un esquema burocrático establecido como consecuencia de la anterior crisis económica, son la siembra de un cambio que debe defenderse.

Todo esto debe movilizar a la farmacia, reflexionar sobre lo que debe cambiar internamente, no permitir ni un solo paso atrás en las medidas excepcionales tomadas en el estado de alarma, y cuando digo no permitir, lo digo de forma contundente, los pacientes van a ser los mismos y si ahora no van al Hospital a recoger el medicamento por riesgo de contagio del COVID 19, luego no deben ir porque no necesitan ese desplazamiento que les den cita, esperar..., tiene a su farmacéutica/o de siempre, la colaboración farmacia hospitalaria/ farmacia comunitaria es posible y necesaria.

Ser victimas del victimismo y regodearse en el no reconocimiento es una actitud para los que retroceden y esa responsabilidad marcará el futuro inmediato del ser o no ser un establecimiento sanitario y agentes de salud.

Yolanda Tellaeche es licenciada en Farmacia por UCM y diplomada en Nutrición y Ortopedia. Ha ejercido como farmacéutica comunitaria desde el año 1982 hasta 2018) y ha sido vocal por Madrid del Consejo Rector del Grupo Cofares (2005-2017). A su vez, ha sido presidenta del IFC (2009-2019) y directora farmacéutica de la Revista Mundo Farmacéutico (2005-2019). También ha formado parte del claustro de profesores de las Farmacias Centinela de la Comunidad de Madrid e invitada como profesora por la Consejería de Sanidad de Castilla la Mancha en el inicio de la puesta en marcha de la red de Farmacias Centinela. Durante los últimos 15 años ha participado en jornadas y Congresos como ponente y ha tomado parte en programas de formación para farmacéuticos del Instituto de formación Cofares. Actualmente Tellaeche se dedica a pensar y reflexionar sobre la farmacia comunitaria y su futuro.

Autor: IM Farmacias
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