Viajamos hasta uno de los barrios más castizos de la capital madrileña para conocer a Pilar Varela. Su farmacia de toda la vida la compró su padre su padre, también farmacéutico, en el año 1945. "En 1982 me hice cargo yo después de su fallecimiento, y desde entonces llevo atendiendo ...
Viajamos hasta uno de los barrios más castizos de la capital madrileña para conocer a Pilar Varela. Su farmacia de toda la vida la compró su padre su padre, también farmacéutico, en el año 1945. "En 1982 me hice cargo yo después de su fallecimiento, y desde entonces llevo atendiendo a los vecinos y gente de paso que acude a nosotros". Tanto es así, que ya tienen preparada la tercera generación de farmacéuticos en la familia.
Pasear por los alrededores de la farmacia de Pilar es una auténtica maravilla. El barrio de La Latina donde está ubicada nos traslada a un tiempo en que esta zona era el verdadero centro de la vida en la ciudad: calles como puerta de Moros, plaza de la Cebada, calle de la Morería o la propia Latina evocan la historia de Madrid. "Mis recuerdos de chica están en esta botica, cuando jugábamos con los sellos, con los yogures, en la puerta, etc., hemos vivido aquí toda nuestra infancia, incluso yo ayudaba a mi padre acompañando a una persona que llevaba los medicamentos a las casas".
Toda una vida llena de recuerdos indisociables de la labor del boticario. "En mi caso no tenía una vocación definida. Mi padre me dijo que si quería estudiar farmacia, que lo hiciera. Reconozco que mi profesión me lo ha dado todo, soy una persona muy afortunada".
Pero también ha habido momentos difíciles. "Yo destacaría los años 80 con la heroína en aquel entonces, luego vinieron los años del VIH, y ahora estamos viviendo el coronavirus. Son situaciones complicadas en las que tenemos que dar el máximo de nosotros mismos a nivel personal y profesional". Si bien es cierto que la farmacia se ha ido adaptando a las circunstancias, en esencia la profesión no ha cambiado nada: "La dedicación al paciente, cuidarle, cribarle, sigue siendo la misma. Ha cambiado la forma de atender, la tecnología, la forma de trabajo… pero la esencia humana de la profesión es exactamente la misma: repartir salud".
Y es que la salud es un bien cada vez más extendido y que mantiene a las personas muy mayores con muy buena salud. "Antes una persona de cáncer sabía que se moría, ahora esa persona va a vivir. Hace 30 años vivíamos únicamente del medicamento, pero ahora a éste se suma todo lo que le rodea, como son los servicios profesionales".
Hablando de servicios profesionales, cuál es la mejor forma para implantarlos: "De momento se están impartiendo gratuitamente, pero la farmacia tendrá que demostrar el ahorro que suponen para la Administración". Por lo que Pilar opta por una fórmula combinada: parte financiada por la Administración, y otra parte por el paciente. "Es el caso, por ejemplo, del paciente polimedicado que no sabe manejar su medicación: cuando desde la farmacia le hacemos un servicio SPD, lo tendrá que pagar la Administración porque gran parte de los ingresos hospitalarios se deben a un mal uso de los medicamentos".
Entre las cuestiones pendientes está un mayor reconocimiento por parte de la Administración. "Como profesional farmacéutico me siento querida y reconocida por nuestros pacientes, somos un referente en nuestro barrio. La Administración debería utilizar las oficinas de farmacia mucho mejor de como lo está haciendo, por el bien de los profesionales. Por ejemplo, tiene que haber una conexión directa entre los centros de salud y las farmacias".
Nos deja con un mensaje esperanzador. "Debemos seguir haciendo lo que mejor sabemos: aprender a sanar a la gente, nuestro objetivo es repartir salud. Todos juntos valemos mucho más que por separado".
