Cuando el sueño se convierte en un problema

Dormir no es únicamente un placer, sino que es una necesidad básica. Mientras nuestro cuerpo descansa realiza funciones imprescindibles para el organismo, de regulación y recuperación. Por eso el insomnio puede convertirse en un auténtico suplicio que conviene atajar.

01/09/2020

El sueño nos permite reponernos del desgaste físico y mental que provoca la actividad que realizamos a diario. Tanta importancia tiene que debe­ríamos dedicarle, idealmente, un tercio del tiempo de nuestro día. Los problemas de sueño, ya sean ocasionales o regulares, provocan un deterioro en nues­tro estado físico, anímico y emocional. ...

El sueño nos permite reponernos del desgaste físico y mental que provoca la actividad que realizamos a diario. Tanta importancia tiene que debe­ríamos dedicarle, idealmente, un tercio del tiempo de nuestro día.

Los problemas de sueño, ya sean ocasionales o regulares, provocan un deterioro en nues­tro estado físico, anímico y emocional. En la sociedad en la que vivimos, se trata de un trastorno habitual, pero puede combatirse, o al menos mejorar, con unos buenos hábitos de sueño y cambios en el estilo de vida.

Se considera que entre el 15 y el 30% de la población presenta alguna forma de insom­nio. En la mayoría de los casos el insomnio es una manifestación secundaria de otra causa (ansiedad, depresión...). En pocas ocasiones se puede decir que se trata de un trastorno primario.

Estructura

El sueño es un proceso complejo en el que el cerebro pasa por distintas fases que constitu­yen ciclos. Un ciclo de sueño está integrado por cuatro fases de sueño no REM y por una fase de sueño REM (Rapid Eye Movement) o sueño paradójico. Un ciclo completo de sueño dura alrededor de 90 a 100 minutos y, como promedio, en una noche de sueño una persona tiene cuatro o cinco ciclos de sueño.

Los patrones del sueño van cambiando con la edad. En los bebés y niños más pequeños, el sueño está repartido a lo largo del día en varios ciclos de corta duración, y la fase REM ocupa la mayor parte de la noche, ya que es en esta fase cuando se segrega la hormona del crecimiento y otras hormonas relacio­nadas con el crecimiento y el desarrollo cognitivo del niño. En la primera infancia, los niños necesitan dormir más horas por la noche y alguna siesta a lo largo del día. Con los años, aumentan las horas de vigilia y disminuye el tiempo de sueño no REM respecto al REM.

A medida que se envejece pueden aumen­tar las dificultades para iniciar el sueño y aparecen despertares nocturnos que se vuelven más frecuentes y de mayor duración. Durante el día, debido a esta disminución del sueño profundo y reparador, aumenta la somnolencia diurna y se producen peque­ñas siestas involuntarias en situaciones de reposo. Todo ello obedece principalmente a que los mecanismos que regulan la vigilia y el sueño pierden eficacia. A pesar de todo, las circunstancias y condiciones personales son determinantes en los patrones y en la calidad del sueño, de modo que hay perso­nas mayores sin problemas de sueño y cada vez más personas jóvenes con dificultades para dormir.

Tipología

Los trastornos del sueño incluyen dificultades para conciliar el sueño o permanecer dormido (insomnio, el problema más prevalente); que­darse dormido en momentos inadecuados (problemas con el ritmo del sueño); dormir demasiado (hipersomnia), y conductas anor­males durante el sueño (parasomnias).

En función de sus características nos encon­tramos varios tipos de insomnio:

- Insomnio de conciliación. Se caracteriza por la dificultad para iniciar el sueño. Suele relacionarse con estados de hipervigilancia o ansiedad.

- Insomnio de mantenimiento (desvelos o despertares frecuentes). Es muy frecuente en las personas mayores, y consiste en que el sueño se interrumpe con frecuencia durante periodos más o menos prolongados. También puede estar relacionado con ansiedad aguda o transitoria, estado depresivo oculto o nece­sidad de orinar.

- Despertar precoz. Quienes lo padecen refieren despertarse antes de lo que lo hacían ante­riormente sin posibilidad (o con dificultad) de volver a conciliar el sueño. Suele asociarse con la edad y, en ocasiones, con la mala utilización de somníferos.

Hay muchos factores que intervienen en la aparición y mantenimiento del insomnio. Los factores desencadenantes más comunes son el sexo femenino, la edad, factores genéticos, las situaciones que inducen estrés, el estado de salud, los tratamientos farmacológicos, los factores ambientales y el cambio de usos horarios. No obstante, debemos considerar también la mala higiene del sueño y los factores que contribuyen a prolongar el insomnio, como son el miedo a no dormir y los hábitos erróneos.

También podemos clasificar y tratar el insomnio en función de su duración:

- Transitorio. Dura unos pocos días y luego desaparece. Se suele dar en situaciones puntuales que generen estrés, como un viaje, un examen o los días previos a una operación.

- De corta duración. Dura menos de un mes y suele estar causado por un tipo de estrés o hiperexcitación más prolongado que en el transitorio, como un fallecimiento o problemas económicos.

- De larga duración. Cuando se prolonga durante más de un mes. Suele ser más difícil discernir las causas: puede tratarse de un insomnio crónico vinculado a otras enfermedades o patologías subyacentes, o puede ser por problemas relacionados con los medicamentos.

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Autor: IM Farmacias
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