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La composición de la dieta, la forma de preparación de los alimentos y el horario de las comidas en relación con la toma de medicamentos son factores clave que deben tenerse en cuenta en el abordaje farmacoterapéutico del paciente. Así lo ha advertido Carlos Muñoz Sanz, vocal de Plantas Medicinales ...
La composición de la dieta, la forma de preparación de los alimentos y el horario de las comidas en relación con la toma de medicamentos son factores clave que deben tenerse en cuenta en el abordaje farmacoterapéutico del paciente. Así lo ha advertido Carlos Muñoz Sanz, vocal de Plantas Medicinales del Colegio Oficial de Farmacéuticos (COF) de Madrid, durante su intervención en las X Jornadas Farmacéuticas Canarias, en la mesa titulada `Cómo influye la dieta y los hábitos alimenticios en el máximo aprovechamiento del fármaco'.
Muñoz ha puesto el foco en la influencia de la alimentación sobre la farmacocinética y la farmacodinamia de numerosos tratamientos, y en las consecuencias clínicas que pueden derivarse de determinadas combinaciones. Entre los ejemplos citados, ha destacado que las dietas ricas en grasas reducen la absorción de fármacos como indinavir y zidovudina, mientras que un elevado consumo de ajo disminuye los niveles plasmáticos de saquinavir, y también de otros antirretrovirales como indinavir, nelfinavir o ritonavir.
Por otro lado, ha advertido que los alimentos ricos en calcio interfieren en la absorción de antibióticos como las fluoroquinolonas (ciprofloxacino, ofloxacino, enoxacino o norfloxacino) y de los bifosfonatos orales (alendronato, clodronato, etidronato disódico), empleados en el tratamiento de enfermedades óseas. A esto se suma el efecto de algunos nutrientes y compuestos bioactivos, como los ácidos grasos omega-3, los indoles, los fenoles o ciertos aditivos alimentarios, que pueden inducir o inhibir enzimas hepáticas, modificando la duración y la eficacia de los tratamientos, e incluso aumentando el riesgo de sobredosificación.
La dieta cambia, y los efectos del fármaco también
Muñoz también ha recordado que los hábitos alimentarios varían de una cultura a otra, lo que puede generar riesgos añadidos cuando los pacientes viajan o adoptan nuevos patrones dietéticos. "¿Y cuando viajamos, qué ocurre? Las diferencias culinarias también son muy importantes", ha apuntado. Como ejemplo, ha mencionado el tabulé, una ensalada típica de Oriente Medio con alto contenido en perejil. "Este ingrediente tiene una elevada concentración de vitamina K, y en pacientes tratados con anticoagulantes puede alterar el ritmo de coagulación, aumentando el riesgo de trombos. Hay que tener cuidado con lo que comemos al salir fuera".
En este contexto, ha destacado el papel fundamental de la oficina de farmacia, no solo como punto de dispensación, sino como espacio de asesoramiento personalizado. "La importancia de la farmacia comunitaria radica en la visión completa que tiene del tratamiento del paciente a través del seguimiento farmacoterapéutico, incluyendo otros productos como los complementos alimenticios, que también pueden tener efectos farmacológicos", ha remarcado.
Finalmente, Muñoz ha subrayado que, aunque el riesgo potencial de interacción alimento-medicamento es elevado, no siempre tiene consecuencias clínicas. Sin embargo, en pacientes crónicos, polimedicados o de edad avanzada, cualquier cambio en la dieta debe ser monitorizado con especial atención, especialmente cuando están en tratamiento con medicamentos de estrecho margen terapéutico. "Informar adecuadamente al paciente sobre cómo administrar el fármaco en relación con las comidas es la medida de prevención más eficaz", ha concluido. También ha recordado que el consumo creciente de alimentos funcionales, productos de fitoterapia y complementos alimenticios debe tenerse en cuenta para evitar interacciones no deseadas.