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Cuando la predisposición genética y ciertos factores coinciden, enfermedades inflamatorias como la colitis ulcerosa o la enfermedad de Crohn suelen manifestarse en edades tempranas de la vida del adulto. Estas se manifiestan, a veces, de forma gradual o en brotes, acompañados de fuertes calambres abdominales, diarrea, pérdida de peso, fatiga ...
Cuando la predisposición genética y ciertos factores coinciden, enfermedades inflamatorias como la colitis ulcerosa o la enfermedad de Crohn suelen manifestarse en edades tempranas de la vida del adulto. Estas se manifiestan, a veces, de forma gradual o en brotes, acompañados de fuertes calambres abdominales, diarrea, pérdida de peso, fatiga y un alto nivel de estrés emocional.
La inflamación persistente puede causar daño tisular duradero y aumentar el riesgo de cáncer. Mientras que los tratamientos tradicionales apuntan a suprimir el sistema inmunitario en su conjunto, las terapias más innovadoras son más específicas: interrumpen el proceso inflamatorio al bloquear sustancias mensajeras específicas que impulsan la inflamación en el cuerpo.
En el Departamento de Gastroenterología, Infectología y Reumatología de la Charité-Facultad de Medicina de la Universidad de Berlin (Alemania), el prof. Ahmed Hegazy y su equipo han estudiando, desde hace años, los procesos inflamatorios en el intestino y los mecanismos de defensa del sistema inmunitario. Fruto de ello, han logrado identificar la interacción entre dos sustancias mensajeras del sistema inmunitario como la fuerza impulsora de la inflamación intestinal crónica: la interleucina-22, una proteína que refuerza las células que recubren el interior del intestino y ayuda a mantener la barrera protectora. La otra sustancia es la oncostatina M, una molécula señalizadora que desempeña un papel fundamental en la reparación tisular y la diferenciación celular. Esta proteína, producida por ciertas células inmunitarias, activa otros factores inflamatorios, desencadenando una reacción en cadena que provoca una respuesta inmunitaria excesiva.
"Nos resultó de interés observar que los pacientes con niveles elevados de oncostatina M no responden a ciertas terapias comunes", explicó el prof. Hegazy. "Esto significa que los niveles de oncostatina M podrían ayudar a predecir el fracaso del tratamiento y servir como biomarcador de una enfermedad más grave".
Asimismo, pudieron constatar que la interleucina-22 que normalmente protege el tejido, también aumenta la sensibilidad del revestimiento intestinal a la oncostatina M al aumentar el número de sus receptores. "Estos dos mensajeros inmunitarios trabajan juntos y amplifican la inflamación, atrayendo más células inmunitarias al intestino, como un fuego que se alimenta cada vez más y se propaga", indicó el prof. Hegazy.
Los investigadores encontraron un número particularmente elevado de receptores para la molécula mensajera oncostatina M alrededor de los tumores en muestras de tejido de pacientes con cáncer colorrectal causado por inflamación intestinal crónica, pero no en el tejido sano circundante. Esta observación sugiere que esta vía de señalización podría contribuir al desarrollo del cáncer. "En nuestros modelos, bloqueamos específicamente los sitios de unión de la oncostatina M y observamos una clara reducción tanto de la inflamación crónica como de los riesgos asociados al cáncer", agregó el experto.
"Gracias al papel de la oncostatina M y a su interacción amplificadora con la interleucina-22, que ya hemos identificado, comprendemos mejor qué impulsa la inflamación crónica en algunos pacientes. Esto abre la puerta al desarrollo y la prueba de un nuevo enfoque terapéutico", añadió, por su parte, la prof. Britta Siegmund, directora de la Clínica de Gastroenterología, Infectología y Reumatología de Charité.