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Un equipo internacional de investigadores ha descubierto que los niveles de periostina en los fibroblastos de la piel reflejan la capacidad intrínseca (CI), combinación formada por las capacidades físicas y cognitivas, independientemente de la edad o del sexo. El hallazgo ha tenido lugar tras analizar células de más de 130 ...
Un equipo internacional de investigadores ha descubierto que los niveles de periostina en los fibroblastos de la piel reflejan la capacidad intrínseca (CI), combinación formada por las capacidades físicas y cognitivas, independientemente de la edad o del sexo. El hallazgo ha tenido lugar tras analizar células de más de 130 personas de edades comprendidas entre los 20 y los 96 años.
Según los resultados, la capacidad de los fibroblastos de mantener la estructura del tejido, de modular la respuesta inmunitaria y de regular el metabolismo es modificable por el estrés celular y se correlaciona con la CI en mayor medida que con la edad cronológica. En el conjunto de la población examinada, los fibroblastos procedentes de individuos con fragilidad o pre-fragilidad se caracterizaron por una disminuida respiración mitocondrial y menor periostina extracelular, según afirma Isabelle Ader, científica de la Universidad de Toulouse y directora del estudio. La investigadora prosigue indicando que los fibroblastos retienen los patrones moleculares asociados al paso del tiempo, que distintos de los bien conocidos marcadores de senescencia, lo que puede ser utilizado para predecir la edad cronológica.
Específicamente, la periostina, proteína involucrada en la organización de la matriz extracelular y en el ensamblaje del colágeno, muestra una correlación negativa con la edad. La disminución de sus niveles podría comprometer la integridad estructural del tejido y la adhesión celular, reduciendo con ello la capacidad de curación de las heridas de la piel, teoriza Ader. Los hallazgos abren la vía al desarrollo de protocolos simplificados para explotar clínicamente la información contenida en estas células dérmicas y mejorar la estratificación de riesgo de fragilidad, concluye la investigadora.