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Las temperaturas extremas pueden afectar directamente al metabolismo de la insulina, alterar los niveles de glucosa en sangre y desencadenar complicaciones agudas como hipoglucemias o deshidratación. Además, los síntomas iniciales pueden pasar desapercibidos si no se presta atención a las señales del cuerpo. "El calor modifica la forma en que el organismo procesa tanto los hidratos ...
Las temperaturas extremas pueden afectar directamente al metabolismo de la insulina, alterar los niveles de glucosa en sangre y desencadenar complicaciones agudas como hipoglucemias o deshidratación. Además, los síntomas iniciales pueden pasar desapercibidos si no se presta atención a las señales del cuerpo.
"El calor modifica la forma en que el organismo procesa tanto los hidratos de carbono como la insulina. En días muy calurosos, el riesgo de hipoglucemia se incrementa por diversos factores: la actividad física, pérdida de líquidos, modificaciones en el apetito o incluso una absorción más rápida del fármaco administrado por vía subcutánea", explica Marta Carrasco, jefe de Endocrinología del Hospital Universitario Sanitas La Moraleja. "A esto se suma que el sudor, el cansancio o la confusión pueden confundirse con sensaciones propias del verano, lo que retrasa la identificación de una bajada de glucosa", añade.
En las personas que reciben tratamiento con insulina o hipoglucemiantes orales, las descompensaciones son más frecuentes si no se adapta la dosis al nivel de ejercicio, la alimentación y la exposición al calor. "Salir a caminar a las cinco de la tarde, beber menos agua de la necesaria o pasar horas al sol pueden parecer costumbres inofensivas, pero en el contexto de la diabetes pueden alterar significativamente el control glucémico", indica.
Por otra parte, no solo las bajadas de glucosa son motivo de preocupación. El golpe de calor, una forma grave de hipertermia puede ser más intenso y peligroso en personas con diabetes, especialmente si existe daño en el sistema nervioso autónomo, complicación que afecta la capacidad de regular la temperatura corporal. "El cuerpo pierde eficiencia para sudar o percibir la sed, lo que favorece cuadros de deshidratación y puede derivar en una emergencia médica si no se detecta a tiempo", añade la especialista.
Desde el ámbito nutricional, el calor también influye en los hábitos alimentarios. "Durante el verano es común comer menos, saltarse comidas o sustituir platos completos por fruta o tentempiés ligeros. Si no se planifica adecuadamente, esto puede descompensar la ingesta de hidratos y favorecer episodios de hipoglucemia, especialmente si se mantiene la misma dosis de insulina", señala Alba Soto, nutricionista de Blua de Sanitas.
Además, es importante considerar que muchas personas reducen su actividad física por las altas temperaturas o modifican sus rutinas sin ajustar el tratamiento. Actividades aparentemente suaves, como pasar una mañana entera en la playa o caminar bajo el sol, suponen un gasto energético considerable que, combinado con una ingesta irregular y una hidratación insuficiente, puede desestabilizar los niveles de glucosa y aumentar el riesgo de golpe de calor.
Para prevenir complicaciones durante estos meses, los especialistas de Sanitas recomiendan seguir las siguientes pautas:
Protegerse del golpe de calor con ropa ligera, sombrero y descansos frecuentes en zonas frescas. Si se presentan mareos, piel caliente, pulso acelerado o alteraciones del estado de conciencia, es necesario actuar con rapidez.
"El verano es una época en la que el autocuidado debe reforzarse. No se trata de vivir con miedo, sino de anticiparse a los factores que pueden aumentar el riesgo de descompensación y actuar con previsión. Con una buena planificación, las personas con diabetes pueden disfrutar del verano de forma segura", concluye Alba Soto, nutricionista del Servicio de Promoción de la Salud de Sanitas.