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Uno de los principales retos en el abordaje del trastorno bipolar es la falta de adherencia al tratamiento, que se estima afecta hasta al 60 % de los pacientes en algún momento durante el proceso terapéutico.Para solventar este problema, desde la farmacia comunitaria y hospitalaria, el farmacéutico puede explicar de ...
Uno de los principales retos en el abordaje del trastorno bipolar es la falta de adherencia al tratamiento, que se estima afecta hasta al 60 % de los pacientes en algún momento durante el proceso terapéutico.
Para solventar este problema, desde la farmacia comunitaria y hospitalaria, el farmacéutico puede explicar de manera comprensible las características del tratamiento prescrito, la importancia de la toma regular de la medicación y las consecuencias clínicas de no hacerlo, como el riesgo de recaída o de desestabilización.
Asimismo, puede ofrecer pautas prácticas que faciliten la adherencia, entre ellas, recomendar el uso de sistemas personalizados de dosificación (SPD) preparados por el farmacéutico; de recordatorios mediante dispositivos digitales; vincular la toma del fármaco a rutinas diarias, o elaborar un plan escrito con el paciente o su cuidador. Incluso, en los pacientes con dificultades específicas (por ejemplo, ancianos con polimedicación o adolescentes con rechazo al tratamiento), el farmacéutico puede adaptar la información a su contexto, identificando barreras individuales.
Estas son solo algunas intervenciones que el farmacéutico puede hacer en favor de los pacientes con trastorno bipolar recogidas en el Punto Farmacológico 193 centrado en esta enfermedad y que ha elaborado el Consejo General de Colegios de Farmacéuticos para sumarse al Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra cada 10 de octubre.
El objetivo de este día mundial es recordar la importancia de la detección temprana, el abordaje integral y el apoyo a las personas con problemas de salud mental. Objetivos con los que está plenamente alineado el farmacéutico, siempre comprometido con la mejora de la atención sanitaria de los que sufren estas enfermedades.
Seguimiento para detectar efectos adversos
El tratamiento farmacológico del trastorno bipolar es la base del manejo de una enfermedad que se caracteriza por la alternancia de episodios de manía o hipomanía y de depresión, con fases de estabilidad emocional o eutimia entre ellos.
Así, en la fase aguda de manía, los antipsicóticos atípicos son los fármacos de elección por su rápido inicio de acción y, en ocasiones, se combinan con estabilizadores del ánimo, como el litio o el valproato.
Para los episodios de depresión, el uso de antidepresivos presenta mayores limitaciones que en el caso del trastorno depresivo mayor, por lo que con frecuencia se emplean también antipsicóticos, como la quetiapina, o antiepilépticos, como la lamotrigina, habitualmente combinados con litio.
En la fase de mantenimiento, el litio continúa siendo el fármaco de referencia por su eficacia en la prevención de las recaídas.
Ahora bien, el litio, los anticonvulsivantes y los antipsicóticos se asocian con determinados efectos adversos y algunos de ellos, como el litio, cuentan con un margen terapéutico estrecho, por lo que se debe resaltar la importancia de respetar las dosis indicadas por el especialista para evitar el riesgo de aparición de efectos tóxicos.
En este sentido, el farmacéutico comunitario, gracias a su contacto frecuente con el paciente, se encuentra en una posición estratégica para identificar de manera temprana signos de toxicidad o problemas relacionados con la medicación.
Por ejemplo, si el paciente está tomando litio y sufre síntomas como temblor, sed excesiva o alteraciones gastrointestinales, la concentración plasmática del fármaco podría haber excedido el margen terapéutico.
Por otra parte, los antipsicóticos de segunda generación conllevan riesgo de síndrome metabólico (aumento de peso, dislipemia, diabetes), de modo que el farmacéutico puede ofrecer controles regulares de glucemia y perfil lipídico, así como promover estilos de vida saludables con una dieta adecuada –de tipo mediterráneo– y la práctica de ejercicio físico.
Interacciones farmacológicas
Igualmente, es clave la vigilancia de interacciones farmacológicas. Y es que, el uso concomitante de fármacos que afectan al metabolismo hepático o renal puede incrementar el riesgo de toxicidad. Por tanto, la revisión de la medicación completa del paciente permite detectar interacciones o duplicidades, lo que subraya la importancia de una estrecha colaboración entre psiquiatría, atención primaria y farmacia en el manejo del trastorno bipolar.
Asimismo, en el ámbito hospitalario, la participación de los farmacéuticos en comités multidisciplinares permite optimizar la selección del tratamiento, ajustar las dosis en situaciones especiales (embarazo, ancianos, insuficiencia renal o hepática) y monitorizar los parámetros analíticos.
Y, en el ámbito comunitario, la derivación oportuna al médico ante la detección de signos de alarma –cambios bruscos de conducta, abandono del tratamiento, síntomas sugestivos de toxicidad– contribuye a la optimización de los resultados del tratamiento.
Luchar contra el estigma
No hay que olvidar otro importante desafío que supone el abordaje del trastorno bipolar: el estigma, habitualmente asociado a estereotipos negativos, como la idea de que el paciente es "peligroso", "inestable" o "incapaz de llevar una vida normal", algo que no refleja la realidad de la enfermedad y que, en cambio, puede provocar retrasar la búsqueda de ayuda, limitar la adherencia y afectar negativamente a la integración social y laboral de los pacientes.
También en estos casos el farmacéutico, por su situación de cercanía y por la relación de confianza que suele entablar con los pacientes, puede contribuir activamente a combatir estos prejuicios, a través de una comunicación empática, centrada en la persona, que refuerce la idea de que el trastorno bipolar es una enfermedad tratable y que, con un manejo adecuado, los pacientes pueden llevar una vida plena.
Además, la farmacia comunitaria es un espacio privilegiado para ofrecer campañas de sensibilización y divulgación orientadas no solo a pacientes, sino también a familiares y a la población general.