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Las enfermedades cardiovasculares aumentan significativamente el riesgo de demencia y accidente cerebrovascular. Si bien hay constancia de que la actividad física resulta muy eficaz para reducir el riesgo de demencia en personas con enfermedades cardiovasculares, sin embargo, la inactividad física sigue siendo una asignatura pendiente en estos pacientes. Para comprender qué ...
Las enfermedades cardiovasculares aumentan significativamente el riesgo de demencia y accidente cerebrovascular. Si bien hay constancia de que la actividad física resulta muy eficaz para reducir el riesgo de demencia en personas con enfermedades cardiovasculares, sin embargo, la inactividad física sigue siendo una asignatura pendiente en estos pacientes.
Para comprender qué impulsa los cambios en la actividad física tras un diagnóstico de enfermedad cardiovascular, investigadores del Instituto Neurológico-Hospital de la Universidad McGill en Montreal (Canadá) llevaron a cabo un estudio cuyos resultados han sido publicados, recientemente, en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America'.
El estudio engloba una completa evaluación de factores cerebrales, conductuales y contextuales que predicen un cambio exitoso en el comportamiento de actividad física a largo plazo tras un diagnóstico cardiovascular en el envejecimiento.
Para llevar a cabo su trabajo, los científicos realizaron un análisis de aprendizaje automático con datos de 295 adultos mayores de 60 años incluidos en el Biobanco del Reino Unido, a quienes se les había diagnosticado enfermedades cardíacas y vasculares. Estos datos incluían escáneres cerebrales y respuestas a encuestas de salud y cuestionarios sobre antecedentes sociales.
"Nuestros resultados muestran que, si bien las personas con diagnóstico cardiovascular se benefician neurológicamente de la actividad física, los factores del contexto individual influyen en si realmente participan en cambios significativos", tal como expuso la Dra. Maiya Geddes, investigadora clínica de The Neuro y autora principal del artículo.
Los investigadores pudieron observar que las personas que aumentaron sus niveles de actividad física a largo plazo después del diagnóstico tendían a tener mayor acceso a espacios verdes y apoyo social que aquellos que hacían menos ejercicio, factores que facilitan el mantenimiento de hábitos saludables.
Las imágenes cerebrales revelaron, además, que a nivel neurológico, las personas con mayor conectividad cerebral entre la circunvolución frontal superior derecha, la corteza prefrontal ventromedial y el precúneo mostraban mayor actividad física.
Asimismo, constataron que el ejercicio mejoraba el rendimiento cognitivo. Quienes eran más activos físicamente obtuvieron mejores resultados en memoria de trabajo, función ejecutiva y resolución de problemas.
"Cuanto más sepamos sobre los factores que influyen en el cambio de comportamiento positivo, mejor podremos ayudar a los pacientes a adoptar estilos de vida más saludables", afirmó, por su parte, Naga Thovinakere, candidata a doctorado en The Neuro y primera autora del estudio.
En definitiva, los hallazgos obtenidos sugieren que una huella cerebral multimodal y conductual puede servir como indicador de la propensión de un individuo a la adherencia a la actividad física y ayudar a identificar a quienes tienen mayor probabilidad de cambiar su comportamiento", señalaron los autores.
En el futuro, nuevos marcadores cerebrales podrían ayudar a los médicos a determinar la disposición de las personas a cambiar sus hábitos de ejercicio, y los circuitos cerebrales podrían ser abordados con neuroestimulación u otras estrategias para fomentar el cambio de comportamiento.