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65 La piel es un órgano dinámico y sensible, que refleja tanto el paso del tiempo como las experiencias vividas. Entre las manifestaciones más visibles están las hiperpigmentaciones faciales, alteraciones del color que pueden ser percibidas como imperfecciones, pero que en realidad son señales del funcionamiento interno del cuerpo y de la exposición externa del organismo. Estos signos visibles ofrecen señales sobre la salud general del individuo y el estado de su barrera epidérmica. Aparición de manchas Las alteraciones en la pigmentación de la piel son el resultado de diversos factores. En este sentido, la genética tiene un papel determinante, ya que condiciona el tipo de piel, el fototipo y la respuesta individual frente a la exposición solar. Asimismo, los cambios hormonales en etapas como el embarazo, el uso de anticonceptivos o la menopausia pueden derivar en un aumento en la producción de melanina, promoviendo la aparición de manchas hormonales. El entorno también actúa como un agente ‘pigmentador’. Así, la radiación ultravioleta, la contaminación ambiental y el calor contribuyen al daño oxidativo acumulativo, lo que altera la distribución de melanina en la piel. Incluso el estrés crónico puede modificar la función barrera de la piel, provocando inflamaciones que estimulan la producción irregular de pigmento. A su vez, la falta de una protección solar constante y el uso de cosméticos inadecuados pueden favorecer la hiperpigmentación, especialmente en pieles sensibilizadas o con antecedentes de afecciones inflamatorias. Tipos y características El melasma se encuentra entre las formas más comunes de hiperpigmentación. La alteración se caracteriza por manchas marrón-grisáceas de bordes irregulares, que suelen instalarse simétricamente en la frente, mejillas, labio superior o mentón. En gran medida, este tipo de pigmentación se asocia a factores hormonales y se intensifica por la exposición solar. Su tratamiento exige constancia y una rigurosa fotoprotección durante todo el año. Otro tipo frecuente son los léntigos solares, manchas marrones planas que surgen como resultado del daño solar acumulado en áreas expuestas como el rostro, las manos o el escote. Aunque suelen aparecer con la edad, no son exclusivas de personas mayores, ya que una exposición prolongada sin la debida protección puede acelerar su desarrollo en edades tempranas. Por su parte, las pecas o efélides son pequeñas manchas pigmentadas que aparecen en la infancia y se intensifican con el sol. Son más frecuentes en personas con tez clara y pueden estar relacionadas con una predisposición genética. A diferencia del melasma, su tamaño y tonalidad pueden cambiar con las estaciones, siendo más visibles en verano. En cuanto a la hiperpigmentación posinflamatoria, esta se presenta tras un proceso de daño cutáneo, como puede ocurrir en el acné, quemaduras, o después de procedimientos dermatológicos intensivos. En este caso, la piel responde produciendo un exceso de melanina como mecanismo de defensa, generando manchas que pueden persistir por meses si no se tratan adecuadamente. Existen también manifestaciones vasculares como la rosácea, que, si bien no constituye una hiperpigmentación, puede producir manchas rojizas y vasos visibles por dilatación capilar persistente, sobre todo en las mejillas y la nariz. Sus brotes se asocian con diversos factores desencadenantes, como el calor, alimentos picantes o el estrés, y requieren un tratamiento específico para evitar su cronificación. Por otro lado, los angiomas se manifiestan como pequeñas manchas rojas provocadas por la dilatación de vasos sanguíneos. Aunque son benignos, pueden eliminarse por motivos estéticos. Tratar la hiperpigmentación El abordaje terapéutico de las manchas cutáneas requiere un diagnóstico individualizado y un tratamiento personalizado basado en el tipo de lesión, la profundidad del pigmento y el estado general de la piel. Una vez detectado el problema, las cremas despigmentantes suelen ser el primer paso. Las fórmulas incluyen ingredientes activos como hidroquinona, ácido kójico, arbutina, niacinamida o retinoides, que actúan inhibiendo la producción de melanina o promoviendo una renovación celular más homogénea. Es fundamental que estos productos sean supervisados por profesionales, ya que su uso inapropiado puede generar irritaciones o agravar el problema. Del mismo modo, los peelings químicos son una herramienta eficaz. Mediante la aplicación controlada de ácidos como el glicólico, mandélico o salicílico, se logra una exfoliación profunda que estimula la regeneración de la piel y favorece la disminución de pigmentos residuales. Esta técnica es idónea en casos de melasma o hiperpigmentaciones superficiales y requiere cuidados posteriores estrictos para evitar recaídas o sensibilización. Debido al desarrollo de tecnologías más avanzadas, se destaca el uso del láser dermatológico. El procedimiento emplea haces de luz concentrada que se dirigen selectivamente hacia las zonas pigmentadas, fragmentando el exceso de melanina sin afectar la piel sana circundante. Además de su eficacia en manchas, el láser estimula la síntesis de colágeno, contribuyendo a mejorar la textura y luminosidad de la piel. Igualmente, las plataformas de láser y luz pulsada intensa permiten adaptar parámetros específicos según el tipo de piel, profundidad de la mancha y otras variables, haciendo posible una personalización terapéutica con resultados más seguros y eficaces. En combinación con otros tratamientos, el láser logra resultados visibles en pocas sesiones, siempre y cuando se acompañe de una fotoprotección rigurosa. Seguimiento dermatológico Más allá de las opciones terapéuticas, la prevención tiene un papel esencial en el control de la pigmentación. La fotoprotección diaria es imprescindible, incluso en días nublados o en interiores con luz artificial. Por lo tanto, los fotoprotectores con filtros de amplio espectro deben aplicarse en cantidad suficiente y cada pocas horas, aún más si se está expuesto a luz solar directa o a pantallas electrónicas. Para prevenir las manchas con mayor seguridad, es recomendable usar sombreros, gafas y ropa adecuada. En cualquier caso, la pigmentación de la piel tiene que ser valorada por profesionales especializados, ya que algunas manchas pueden ser la manifestación inicial de otras enfermedades o, en casos más graves, de lesiones malignas como el melanoma. Por ello, cualquier mancha nueva, cambio en un lunar existente o pigmentación persistente, debe ser evaluada clínicamente. Además de su repercusión estética, las hiperpigmentaciones faciales son el reflejo de una historia que la piel narra a lo largo de la vida. Comprender sus causas y tratamientos no solo permite eliminarlas, sino también promover una mejor salud cutánea. A través de la educación dermatológica, el diagnóstico precoz y el acceso a tecnologías terapéuticas eficaces, es posible mejorar la recuperación de la piel.

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