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75 más sebo para compensar la sequedad. Por lo tanto, las pieles grasas o mixtas necesitan hidratantes ligeros, preferiblemente libres de aceites y no comedogénicos. En cambio, las pieles secas o con tendencia a la irritación requieren fórmulas más emolientes y nutritivas, con ingredientes calmantes como la glicerina, el pantenol o extractos botánicos suavizantes. El tercer paso, imprescindible pero muchas veces olvidado, es la protección solar. La exposición excesiva al sol desde edades tempranas aumenta el riesgo de padecer problemas de la piel en el futuro. Además, en pieles con acné o con tratamientos activos, el sol puede agravar la inflamación y favorecer la hiperpigmentación. Para evitar estos daños, es indispensable aplicar un protector solar con un factor de protección igual o superior a 30 cada mañana, incluso en días nublados o en interiores. Las texturas ligeras en gel o loción suelen ser mejor aceptadas por adolescentes con piel grasa o mixta, mientras que las pieles secas agradecerán fórmulas más hidratantes. Mejorar la piel en el día a día Además de esta rutina diaria, existen pasos complementarios que pueden realizarse una o dos veces por semana. Uno de ellos es la exfoliación, que ayuda a eliminar células muertas y mantener los poros limpios. Las exfoliaciones químicas suaves -con ácidos como el salicílico o el láctico en bajas concentraciones- son preferibles a los exfoliantes mecánicos, que pueden causar microlesiones o irritación. De la misma forma, es útil incorporar mascarillas específicas para cada tipo de piel: las purificantes para pieles grasas, las hidratantes para pieles secas y las calmantes para pieles sensibles. Junto con la rutina de cuidado, es importante inculcar hábitos saludables como dormir las horas necesarias, mantener una buena hidratación, realizar actividad física regular y llevar una dieta equilibrada. Evitar el consumo excesivo de azúcares y alimentos ultraprocesados puede contribuir a reducir los brotes de acné. Igualmente, es recomendable mantener las manos lejos del rostro, desinfectar con frecuencia objetos que entran en contacto con la piel (como el móvil) y desmaquillarse siempre antes de dormir. En algunos casos, la piel adolescente puede presentar patologías como acné inflamatorio severo, dermatitis atópica o rosácea juvenil. Estas condiciones requieren una atención especializada y un enfoque terapéutico individualizado. Es esencial no automedicarse ni seguir consejos de internet sin supervisión médica. Menos es más Contrario a lo que muchas tendencias en redes sociales promueven, una rutina compleja con múltiples productos activos no es recomendable para la piel adolescente. Según coinciden dermatólogos y psicólogos, este fenómeno corresponde a la‘cosmeticorexia’, un deseo por alcanzar estándares estéticos irreales a través del uso desmedido de productos. La exposición continua a rutinas virales de skincare ha hecho que jóvenes de entre 12 y 17 años adopten prácticas cosméticas que no se corresponden con las necesidades reales de su piel, aplicando productos con activos como retinol o ácidos exfoliantes que alteran la piel. Desde el sector dermatológico se insiste en que la piel adolescente requiere cuidados simples: limpieza suave, hidratación adecuada y fotoprotección diaria. Todo lo demás, salvo indicación médica específica como en el caso del acné, es contraproducente. De esta forma, el uso precoz de activos suele conllevar consecuencias como irritaciones, dermatitis o brotes de acné inducido. Percepción alterada del autocuidado Especialistas en salud mental señalan que la cosmeticorexia también es un síntoma de inseguridad y baja autoestima, alimentada por la presión constante de compararse con modelos de belleza en el entorno digital. Influencers y creadores de contenido normalizan el uso de múltiples productos en largas rutinas, haciendo que adolescentes interpreten estas prácticas como indispensables para “verse bien”o“estar a la altura”. En consecuencia, la presión genera una dependencia emocional hacia la cosmética, desplazando el foco del bienestar hacia la apariencia. En este sentido, los profesionales advierten de que es necesario fomentar, entre los adolescentes, el pensamiento crítico frente a los mensajes que reciben online, reforzar la autoestima desde la infancia y promover un diálogo abierto sobre el valor real del cuidado personal. También recalcan que el entorno familiar y escolar debe actuar como contrapeso a la influencia digital, transmitiendo que la belleza no es un estándar único ni una meta a alcanzar, sino una expresión de salud, autenticidad y respeto por el propio cuerpo. generando un aumento en la producción de sebo. Esta hiperseborrea favorece la obstrucción de los poros, así como la aparición de puntos negros y de brotes inflamatorios. Sin embargo, no todos los adolescentes presentan la misma sintomatología y no todas las pieles reaccionan igual, siendo por ello fundamental un enfoque específico y personalizado para cada caso. Con todo, a grandes rasgos podemos clasificar la piel en cinco grandes tipos: grasa, mixta, seca, sensible y normal, que empiezan a manifestarse en la adolescencia. Entrando en detalle, la piel grasa se caracteriza por el brillo constante, los poros dilatados, la tendencia al acné y la sensación oleosa al tacto. En cambio, la piel mixta combina zonas con mayor producción de sebo -principalmente la frente, nariz y barbilla, conocida como‘zona T’- con mejillas más secas o normales. La piel seca se caracteriza por sensación de tirantez, descamación, picor o enrojecimiento, mientras que la piel sensible es particularmente reactiva a factores externos como el sol, productos cosméticos, el sudor o el viento. Por último, la piel normal presenta un equilibrio entre hidratación y grasa, con textura uniforme y sin imperfecciones destacadas. Tres pasos esenciales para cuidar la piel Una vez identificado el tipo de piel, se puede determinar una rutina facial sencilla pero eficaz basada en tres pilares esenciales: limpieza, hidratación y protección solar. Estos tres pasos conforman la base del cuidado dermatológico, tanto para prevenir como para mejorar el estado de la piel. El primer paso de toda rutina es la limpieza facial, que debe realizarse por la mañana y por la noche. Su función es eliminar el exceso de grasa, restos de contaminación, sudor, maquillaje y células muertas que pueden obstruir los poros. Para pieles grasas o mixtas, la mejor opción es optar por geles limpiadores con ingredientes seborreguladores que limpien en profundidad sin agredir la barrera cutánea. Las pieles secas o sensibles se beneficiarán de limpiadores en crema o espuma que no contengan alcohol ni fragancias. A su vez, es importante evitar el uso de agua muy caliente, ya que puede estimular aún más la producción de sebo o irritar las zonas secas. En segundo lugar, se encuentra la hidratación. En el caso de las pieles grasas o con tendencia acneica, y aunque parezca contradictorio, saltarse este paso puede provocar un efecto rebote, haciendo que el cuerpo produzca aún

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