11 Desde su apertura el 7 de mayo de 2024, la Farmàcia La Farigola se ha posicionado como algo más que un establecimiento sanitario, demostrando que es posible conjugar diseño, tecnología de vanguardia, atención personalizada y compromiso social en un único espacio. La farmacéutica titular, Marta Fabregat, ha hecho posible esta iniciativa con raíces en el barrio de La Farigola, en Cerdanyola del Vallès (Barcelona), un entorno de reciente urbanización situado al norte de la localidad barcelonesa. Barrio en transformación Según Fabregat, en el barrio de La Farigola “conviven, por una parte, bloques de pisos altos con zonas comunitarias que comparten piscinas, pistas de tenis y parque infantil, con otras zonas industriales”. Este paisaje urbano queda dividido por la carretera de Barcelona, una vía que mantiene un flujo constante de vehículos en ambas direcciones. El ayuntamiento ha puesto en marcha medidas para transformar esta realidad. En palabras de la farmacéutica, “actualmente el Ayuntamiento de Cerdanyola está promoviendo una ‘pacificación de la zona’ al establecer un carril exclusivo de bicicletas para comunicar Cerdanyola con otros municipios cercanos, como Ripollet, Barberá, Montcada, etc.”. Igualmente, el desarrollo llega a los servicios fundamentales, “como un supermercado, un ambulatorio, un colegio, una farmacia y un polideportivo en construcción”. En cuanto a la población, asegura que “son familias con uno o dos hijos, y la franja mayoritaria de edad está entre los 45 y 55 años”, añadiendo que “el índice de natalidad del barrio de La Farigola es el mayor de Cerdanyola porque es un lugar donde vienen a vivir parejas jóvenes”. Este dato subraya cómo la farmacia atiende a una comunidad joven y activa, con necesidades sanitarias y de bienestar muy concretas. Espacio sanitario de vanguardia El local no es solo un punto de venta, sino un espacio concebido desde cero para ofrecer una experiencia única. En este sentido, recuerda que “se trata de un local grande y espacioso situado en la esquina de un bloque de viviendas en la carretera de Barcelona”, y “sus casi 300 metros cuadrados están repartidos en dos plantas visibles desde la calle, al ser la esquina completamente acristalada en las dos alturas”. La ubicación es estratégica, muy cercana a un Centro de Atención Primaria (CAP) y a un supermercado, lo que convierte el local en un lugar de tránsito habitual. Sin embargo, la adaptación no fue sencilla. “Inicialmente el local albergaba una tienda de muebles de cocina y baño, una actividad completamente distinta a la que se precisaba. Esto, en un principio, dificultó su rápida adaptación al uso de farmacia”, describe. Por ello, contó “con la ayuda de la empresa Apotheka, liderado por Sergio Durán, y después de darle muchas vueltas, finalmente conseguimos el recorrido perfecto y rentable”. Detalles que marcan la diferencia Uno de los mayores retos arquitectónicos fue el doble nivel del local. “Para ello, se cambió de ubicación la rampa existente, ya que partía el local en dos, y se incluyó en el recorrido comercial de la farmacia, haciéndolo a su vez útil para poder circular con carritos y facilitar el acceso a personas con minusvalías”, aclara. Del mismo modo, para facilitar el acceso a zonas clave, “se decidió construir un par de escalones bien señalizados para poder acceder de forma rápida a la zona de dispensación donde están los tres mostradores”. El equilibrio entre funcionalidad y estética logró “dos zonas bien conectadas, la superior y la de pie de calle, donde la visual siempre permite ver el local en todo su conjunto”. Con el objetivo de dar una buena impresión inicial, la entrada cuenta “con una estética muy atractiva que se ve desde el exterior”, siendo un “punto de encuentro entre el farmacéutico y el paciente para poder ayudarle a conseguir su bienestar”. En este mismo nivel, “la salud articular también es una especialidad muy importante que tratamos en la farmacia, y también se ha ubicado en este nivel”. De igual forma, hacen la experiencia más amable para las familias con “una zona infantil donde los niños se entretienen jugando”. La planta superior está dedicada a la dispensación y la exposición de productos de “las principales categorías, como la dermocosmética, bucal, capilar, corporal, ocular y botiquín”. Para el confort de quienes esperan, “justo enfrente hay una amplia zona libre con dos sillones para que la gente pueda sentarse cómodamente antes de ser atendida”. Todo este proyecto fue supervisado y decorado por la arquitecta Alba Benavides, que “fue la responsable de coordinar la ejecución de la obra y la diseñadora de los elementos decorativos”. El proceso completo, incluyendo mobiliario a medida, duró tres meses. Diseño con identidad Para la farmacéutica, el resultado es la concreción de un sueño profesional: “Farmacia La Farigola es la farmacia que siempre quise tener. Alba Benavides entendió desde el principio mis preocupaciones y necesidades, y supo plasmarlas en todo su conjunto y hasta en los más pequeños detalles”. La decoración está inspirada en el significado de ‘farigola’, que en castellano es ‘tomillo’, una planta con reconocidas propiedades medicinales. En este sentido, detalla que “los distintos materiales escogidos presentan la farmacia como un ambiente fresco, natural y sostenible”, así que “por su significado y su perfecta aplicación a valores que se presentan en una farmacia, se quiso evocar este elemento en varios elementos decorativos”. Por ejemplo, “unas relucientes baldosas verdes situadas en sitios estratégicos de la farmacia ayudan a diferenciar diferentes espacios y categorías”. Uno de los rincones más llamativos es el dedicado al bienestar, “donde Alba ideó un círculo
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