89 Una buena alimentación ayuda a las personas a vivir más tiempo y reducir el riesgo de problemas de salud como enfermedades del corazón, diabetes tipo 2, obesidad y muchísimas más. En la infancia, además, es un factor que condiciona el crecimiento y el desarrollo del niño desde el embarazo hasta la adolescencia. Como el profesional sanitario más accesible y cercano a la población, el farmacéutico resulta pieza clave en la nutrición de los más pequeños, dado que su intervención puede influir de forma positiva en su estado de salud. Para responder con claridad y de forma coordinada a las dudas más habituales de los padres y madres cuando acuden a las farmacias, la Sociedad Española de Farmacia Clínica, Familiar y Comunitaria (SEFAC) y la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) unen fuerzas en un documento de consenso, una guía realizada con la colaboración de Abbott, sobre ‘Consultas pediátricas frecuentes en la farmacia comunitaria’. Alimentación infantil en los dos primeros años de vida La piedra angular de la alimentación del bebé durante los dos primeros años de vida es la lactancia. La evidencia científica avala sobradamente que la leche materna es el mejor alimento que una madre puede ofrecer, pues contiene todo lo que la criatura necesita. La Asociación Española de Pediatría (AEP) destaca los siguientes beneficios: protege frente a las infecciones respiratorias, otitis, infecciones gastrointestinales e incluso urinarias, así como al Síndrome de Muerte Súbita del Lactante. El amamantamiento proporciona contacto físico a los bebés, lo que les ayuda a sentirse más seguros, cálidos y consolados; a su vez, los niños amamantados tienen un mejor desarrollo dental con menos problemas de ortodoncia y caries; potencia el desarrollo intelectual gracias a que la leche materna tiene componentes específicos que son fundamentales para el desarrollo del cerebro; y tiene efectos positivos a largo plazo sobre la salud del niño, disminuyendo el riesgo de que padezca alergias, diabetes, enfermedad celíaca, enfermedad inflamatoria intestinal, obesidad, hipertensión o cifras altas de colesterol. En las madres, la lactancia previene las hemorragias posparto, ya que la succión del bebé facilita que el útero recupere su tamaño inicial y disminuye la posibilidad de anemia; favorece la recuperación del peso pre-embarazo; produce bienestar emocional y proporciona una oportunidad única de vínculo afectivo madre-hijo; reduce el riesgo de cáncer de mama y de ovario, y mejora el contenido en calcio de los huesos al llegar a la menopausia. Desde otro punto de vista, la leche materna es un alimento ecológico y ocasiona menos gasto familiar tanto en lo relacionado con la medicación como en la utilización de servicios sanitarios. “Cualquier mujer puede ser capaz de alimentar a su hijo exclusivamente con su leche. Además de la ganancia adecuada de peso, otro signo de que la ingesta es suficiente es que el niño moje de 6-8 pañales diarios, haga deposiciones blandas amarillentas y se muestre contento, vivaz y con aspecto saludable”, recoge la guía de SEFAC y la AEPap. En cuanto a la duración habitual de la toma y su frecuencia, los expertos coinciden en que el pecho se toma “a demanda” y sin restricciones. “Esto significa que tanto el número de tomas que el niño realiza al día como el tiempo que invierte en cada una es muy variable y, por tanto, no hay que establecer reglas fijas. El bebé es el único que sabe cuándo se ha quedado satisfecho, y el tiempo que necesita para completar una toma es diferente para cada bebé y cada madre; además, también varía según la edad del pequeño y de una toma a otra”, explican. Por su parte, el Comité de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud y la Academia Americana de Pediatría, recomienda la alimentación exclusiva al pecho durante los primeros seis meses de la vida del niño y continuar el amamantamiento junto con las comidas complementarias adecuadas hasta los dos años de edad o más. Si no es posible la lactancia materna, se recurrirá a la alimentación artificial con fórmula adaptada de inicio durante los seis u ocho primeros meses, y de continuación a partir de esa edad. Estas soluciones están preparadas a partir de leche de vaca o de cabra, y su composición debe cumplir las recomendaciones publicadas por organismos internacionales (ESPGAN, CEE). Las investigaciones en las fórmulas infantiles siempre están orientadas a imitar, lo más estrechamente posible, la leche de madre. Pautas básicas sobre la alimentación complementaria A partir de los seis meses aproximadamente se inicia la alimentación complementaria. “Es necesario dar una variedad de alimentos ricos en nutrientes. Es de particular importancia que los alimentos complementarios contengan hierro: aves, carnes, pescado y legumbres. No hay que olvidar la fruta, la verdura y hortalizas, los cereales y el huevo”, expone el documento de consenso. Según los autores, se debe comenzar con cantidades pequeñas de alimentos y aumentar la cantidad conforme crece el niño. Como norma, los nuevos alimentos, sobre todo los primeros sólidos, se deben introducir separadamente y de forma progresiva, a fin de comprobar su tolerancia y dar tiempo a su aceptación por parte del niño. También hay que aumentar la consistencia y la variedad de los alimentos gradualmente conforme crece el niño, adaptándose a sus requisitos y habilidades, además de incrementar el número de veces que el bebé consume los alimentos complementarios: por ejemplo, a los siete meses tomará dos medios platitos, y cerca del año tomará 2-3 platitos al día. “No debemos olvidar que los alimentos distintos de la leche se ofrecen al bebé con paciencia y constancia, sin forzar. Ofrecer significa que si quiere se lo come y, si no lo quiere, no se lo come”, aconsejan.
RkJQdWJsaXNoZXIy NTI5ODA=