EL EXPERTO 134 tables en la dieta no solo mejora la salud intestinal, sino que también contribuye a aumentar la saciedad y reducir la sensación de hambre de manera natural, lo que puede tener implicaciones relevantes en el control del peso y la prevención de enfermedades metabólicas. ¿Qué son los probióticos? La definición más aceptada actualmente sobre qué son los probióticos es la establecida por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y la OMS (Organización Mundial de la Salud). Según estas entidades, los probióticos son “microorganismos vivos, seleccionados cuidadosamente, que cuando se administran en cantidades adecuadas, aportan beneficios para la salud del huésped”. Para que estos beneficios se manifiesten, es fundamental que los microorganismos lleguen al intestino en condiciones óptimas. Por ello, las empresas que fabrican productos probióticos realizan rigurosos estudios de viabilidad, supervivencia y dosis/respuesta como parte de sus controles de calidad y análisis de vida útil. La viabilidad, es decir, la capacidad de los microorganismos para mantenerse vivos y activos, es un aspecto clave que, sin embargo, no siempre recibe la atención que merece. En este sentido, el tipo de matriz o recubrimiento que se utiliza en la formulación puede influir significativamente en la estabilidad de las cepas, modificando incluso las propiedades funcionales del producto final. Así, cuando hablamos de eficacia probiótica, nos referimos a la capacidad de estas bacterias para mantener un crecimiento anaeróbico estable y producir de forma consistente ácidos grasos de cadena corta, incluso durante el almacenamiento en condiciones aeróbicas a 4 °C. Es importante destacar que las propiedades probióticas no dependen del género o especie del microorganismo, sino de cepas específicas que han sido seleccionadas por sus características funcionales. Según las recomendaciones de organismos como la OMS, la FAO y la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria), el proceso de selección de cepas probióticas debe cumplir criterios estrictos de seguridad, funcionalidad y utilidad tecnológica, garantizando así su eficacia y su aplicación en productos destinados al consumo humano. En términos generales, la función principal de las cepas probióticas es contribuir al restablecimiento del equilibrio microbiano en el intestino. Este equilibrio puede verse alterado por la presencia de microorganismos patógenos introducidos a través de alimentos contaminados o del entorno, afectando la estabilidad de las bacterias comensales que son esenciales para el correcto funcionamiento del sistema digestivo. Los probióticos actúan contrarrestando la actividad de estos patógenos intestinales, favoreciendo un entorno más saludable que repercute positivamente en el bienestar general del organismo. Por ejemplo, se ha demostrado que ciertas cepas probióticas pueden inhibir eficazmente el crecimiento de bacterias como Clostridium difficile, Campylobacter jejuni, Salmonella enteritidis y Escherichia coli, reduciendo el riesgo de intoxicaciones alimentarias. Además de su acción antimicrobiana, los probióticos contribuyen a mejorar la eficiencia del sistema inmunológico y optimizan la absorción de vitaminas y minerales en el intestino, lo que refuerza su papel como aliados clave en la promoción de la salud sistémica. Actualmente, la mayoría de los productos probióticos disponibles en el mercado están formulados a partir de cepas pertenecientes a los géneros Lactobacillus y Bifidobacterium. Diversos estudios han demostrado que algunas cepas de estos dos géneros bacterianos pueden contribuir a restaurar la homeostasis intestinal, ejerciendo un efecto protector frente a procesos inflamatorios y trastornos digestivos, además de poder ser aplicables al tratamiento de la diabetes mellitus tipo 2, resistencia a insulina, alteración del metabolismo de la glucosa y sus consecuencias. El potencial terapéutico de los probióticos ha impulsado a la comunidad científica a seguir investigando nuevas especies y cepas con propiedades funcionales específicas, con el objetivo de incorporarlas en el desarrollo de alimentos funcionales y suplementos de nueva generación. Entre las cepas que actualmente se encuentran en fase de estudio y que muestran resultados prometedores destacan bacterias de los géneros Bacillus, Propionibacterium, Akkermansia y Enterococcus, así como algunas levaduras, especialmente Saccharomyces. Estas investigaciones abren nuevas posibilidades para ampliar el abanico de aplicaciones clínicas y nutricionales de los probióticos, adaptándolos a diferentes necesidades de salud y perfiles de pacientes. En conclusión, la microbiota intestinal y los probióticos desempeñan un papel esencial en el mantenimiento del equilibrio digestivo, inmunológico y metabólico. Su influencia va más allá del intestino, afectando directamente a la salud sistémica. Una alimentación adecuada, rica en fibra y compuestos funcionales, junto con el uso racional de probióticos, puede contribuir significativamente a la prevención de enfermedades crónicas. En este contexto, el farmacéutico tiene un papel clave como agente de salud en la promoción de hábitos que favorezcan el bienestar intestinal. Referencias: • Salvo Romero E, Alonso Cotoner C, Pardo Camacho C, Casado Bedmar M, Vicario M. The intestinal barrier function and its involvement in digestive disease. 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